jueves, 2 de julio de 2020

Ella – Mi bebé


Dueña de una belleza única, un pelo largo, negro, imponente. Unos ojos achinados. Una piel mestiza. Un porte incomparable. Un aire a Pocahontas (así la llamábamos cuando éramos chicas).

Ella es un poco de todo en mí vida –por no decir que es todo-. Es mi amiga, mi mejor amiga, es mi prima porque nuestros padres eran hermanos por elección, es mi hermana porque nos conocemos y nos entendemos como tales. Es lo más mágico del vínculo, es tan único y especial que tiene distintas facetas que todas se unen al final del camino en lo mismo, un amor tan real y puro.

Nos conocemos desde que nacimos porque venimos con una larga herencia familiar que así lo quiso. Y nosotras la continuamos por elección, no por obligación. Crecimos juntas y déjenme decirles, ella no la tuvo nada fácil. De muy chica vivió uno de los momentos más duros y traumáticos para un chico: la separación de sus padres. Y para colmo de males, una separación escandalosa. Supongo, que como a cualquiera que le haya pasado, le habrán quedado secuelas, pero debo reconocer que si están las oculta (o las sortea) sorprendentemente bien.

Su mamá unilateralmente decidió convivir con quien en aquel momento fuera su amante, pero terminó siendo un gran amor. Pongámonos un segundo en ese lugar y entendamos el huracán que pasaba por su vida con apenas 9 años. Duro, ¿no? La verdad que sí, fue duro. Gracias a la vida tuvo un Sol y una Estrella que se ocuparon de protegerla y de blindarla para que las balas no le llegaran. Ellas dos son sus hermanas mayores, quizás otro día profundice ahí, hoy quiero enfocarme en Ella.

En medio de todo este desastre familiar su papá, que tanto genéticamente hablando le ha dado, no manejaba bien esta separación haciendo que la relación sea cada vez más y más difícil. No podía lidiar con su dolor, su bronca, su fracaso, su angustia. Y como muchas veces pasa cuando no lidiamos con algo al más mínimo descuido te vuelve como un boomerang a la cara. Y cuando eso pasaba las nenas sufrían las consecuencias de un padre frustrado. No me mal interpreten, nunca hubo ni un atisbo de violencia ni de golpes. Pero sí enojos y gritos, cosas que a un chico le duelen tanto como una cachetada.

Acá vuelvo a aparecer yo en escena. En medio de todo este candombe un buen día –más precisamente una noche- nos juntamos a comer ambas familias, y Ella con ese corazón tan dulce y grande me invita a que vaya con su entonces grupo de amigas (quienes ahora también son mi grupo de amigas amadas). Fue tanto lo que nos divertimos y lo bien que la pasamos que cuando volvimos le preguntamos a nuestros padres si el fin de semana siguiente podíamos nuevamente. Ingenuos aceptaron. Fueron 7 años de corrido que pasamos todos los fines de semanas juntas. Yo fui adoptada por la familia como una 4ta hija y como una 6ta integrante del grupo de amigas.

En 7 años hay 364 fines de semana. Estimando que algunos fines de semana no nos vimos, por lo que me animo a decir que al menos 315 los pasamos juntas. Es mucho tiempo pegadas y eso nos enseñó a entendernos y conocernos hasta lo más hondo de cada una. A Ella no le gusta mucho hablar, y a mí sí. Es una de las tantas cosas en la que nos complementamos increíblemente bien. Y aunque muchas veces le sigo la corriente sin hacerla hablar, a veces aplico la misma técnica que mi papá aplicaba con su papá y le tiro de la lengua. Cuesta, pero habla. Y cuando sé que no quiere decir algo porque sabe que decirlo es materializarlo, yo lo digo por ella. Para que al menos lo escuche y de alguna forma le llegue. Y yo sé que le llega.

Viví con Ella infinidades de cosas, la ví llorar por necesitar un papá más afectivo, la ví reír hasta las lágrimas por mandarnos alguna, la ví sufrir por amor y la ví sonreír por amor, la ví enojarse conmigo por ser a veces muy egoísta o por poner un hombre antes que una amiga. Hoy más de 10 años después entiendo que lo que la enojaba era que su mamá ponía un hombre antes que a sus hijas, y ella no quería que yo hiciera lo que la mamá le estaba haciendo. De cualquier forma, siempre que ella se enojaba conmigo (que no eran muchas, pero es brava la chiquita) me daba una pena tan grande en el corazón que recapacitaba lo que estaba haciendo. No tengo la menor duda que ella me ayudó a trabajar mi egoísmo y hoy ser mucho mejor en ese aspecto.

Digna de portar el apellido que lleva tiene un temple y una capacidad de sobreponerse a los embates de la vida que a mí me resulta absolutamente admirable. Nunca no la vas a ver sonriendo, o riendo, o diciendo algo lindo de alguien, o contando algo divertido. Por sus venas corre pura alegría y amor.

El vínculo que tenemos es tan especial que perdimos a nuestros papás con un día de diferencia. Más precisamente, horas de diferencia. Cuando estaba llegando a despedir a su papá, quien como les dije para mí fue un tío y un padre (el árbol genealógico es difícil, lo sé), me enteré que mi papá se había muerto. Para cuando llegué a donde estaba Ella, ya lo sabía y vino corriendo hacia mí con los brazos abiertos para darme el abrazo más fuerte y más sentido que recibí ese día. Éramos dos corazones absolutamente rotos, abrazados, tratando de sanar el uno al otro, sabiendo que estábamos de cara a enfrentar el momento más duro y doloroso de nuestras vidas. Pero en ese abrazo sabíamos (sabemos) que estamos juntas. Como lo estamos desde 1992 cuando decidió venir a este mundo.

Yo la admiro desde lo más profundo de mi corazón porque su vida no fue fácil, porque le tocó bailar al son de momentos duros siendo muy chica, y sin embargo está de pie, dándole pelea a la vida todos los días, y Ella nunca deja de sonreír.

Ojalá todos tengan en sus vidas una persona como es Ella, mi mejor amiga, mi prima, mi hermana, mi bebé. Y ojalá si tengo una hija, sea como es ella.
Te amo desde 1992 hasta el fin de los tiempos.

Ella – Mi bebé

Dueña de una belleza única, un pelo largo, negro, imponente. Unos ojos achinados. Una piel mestiza. Un porte incomparable. Un aire a Pocah...