viernes, 10 de abril de 2020

Bichito de Luz

¡Hola Papi!

Por más inverosímil que pueda parecer, sé que esta carta de alguna forma te va a llegar. No sé si el cielo también está en cuarentena pero al menos hago el intento de decirte todo lo que estuve pensando últimamente.

Decirte que te extraño es una obviedad, porque también te extrañaba cuando me mudé de casa. Aunque ya por nuestras personalidades no podíamos pasar demasiado tiempo juntos porque nos irritábamos, nos amábamos con una devoción y buscábamos la aprobación mutua permanentemente. Vos querías que yo te dijera que estabas mejorando con la tecnología. Yo quería que me dijeras que estaba yendo por el camino correcto de la vida. 

Hoy ese camino lo veo un poco difuso. Supongo que deben ser las lágrimas en mis ojos y en mi corazón que no me permiten ver con claridad. La perdida y ausencia de una persona tan importante en tu vida empaña el juicio y todo empieza a cambiar. Las prioridades, los problemas, los dolores. No puedo negar el hecho que este camino ya lo transité diez años atrás, pero para ese entonces yo era otra persona, mi vida estaba en otro momento histórico y perder un abuelo es un poco el ciclo de la vida. Perder un papá con tanto futuro por delante es bastante más complejo.

No puedo negarte que me retuerce el corazón saber que vos estuviste en el mismo lugar donde estoy hoy, que te lamentaste las mismas cosas de las que me voy a lamentar yo, y aún así la historia a de repetirse. En lo único viejo que no voy a repetir tu historia es en cargar tantos años con ese dolor que te hace un hueco en el corazón y nada lo llena.

Conocer ese camino me enseñó que nunca nadie va a reemplazarte ni reemplazar tu amor, pero esa herida-como todas- se sana, se cierra. Que un día ya la ausencia no duele tanto, que los recuerdos brotan y se cuentan con sonrisas, que el amor no tiene forma ni medida y nos transciende sin entender de límites temporales. Nos volvemos inmortales al amar y dejar amor en las personas que queremos. Porque si hay algo que hiciste toda tu vida fue darnos amor, sin restricciones, sin pudores, sin miedo, sin medirlo ni esperar nada a cambio. Nos amaste de la forma más simple y pura que se puede hacer. Diciéndonoslo. Una y otra vez, hasta el cansancio. Hasta el último día que pudiste hablar dijiste "mis hijos y mi mujer fue lo mejor que hice en mi vida. Son mi tesoro y mi mayor orgullo".

Siempre quise poder prestarte mis ojos para que pudieras verte como yo te veía. Invencible, capaz de cualquier cosa, sin miedo a nada, osado, desafiante de la vida, con la mayor capacidad de metamorfosis que pude presenciar en mi vida. Nunca ví tus mayores temores, nunca ví tus fantasmas que de noche te acosaban y te iban tiñendo el alma hasta el punto tal que te convenciste que ya no había más, ya no quedaba resto para seguir dando pelea. Ya había sido mucho. Todo eso recién lo entiendo ahora. 

Soy consciente que mi vida ya no va a ser la misma porque jugabas un rol protagonico en ella. De lo que sí estoy segura es que me dejaste un libro eterno de enseñanzas, de buenos ejemplos (y los malos también los voy a tener en cuenta), supiste transmitirme la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal, que a nadie se lo tilda de loco, que el psicopateo no es una forma de conseguir lo que uno quiere, que no es débil decir lo que uno siente, que la vida da revanchas, que lo que importa "es lo que tenés en el marote" y que el más grande es River Plate.

Hace poco me preguntaron qué sería lo primero que quisiera hacer cuando se levante esta cuaretenta. Y sin dudarlo respondí "ir a la cancha". Quizás quien recibió mi respuesta subestimó el motivo o lo entendió como algo hasta quizás frívolo. Para mí ir a la cancha significa ir a encontrarte, sentirte al lado mío vibrando en esos 90 minutos. Es abrazar al cielo y sentir el cálido abrazo de gol en un grito de desahogo por tanta tensión. Ir a la cancha es SABER que estás porque no tengo dudas que cuando juega River en el monumental pedís permiso en el cielo con el tío (y seguramente el abuelo) para bajar a ver al Muñeco desplegar su magia en ese campo de césped, y compartirlo con nosotros.

Deseo reencontrarte en la magia de lo inexplicable, en lo incomprobable de que sucedan cosas que me hagan saber con certeza que estás acá, atrás mío leyendo al tiempo que tipeo cada palabra. Con tu mano sobre mi hombro, apretándolo pensando en el orgullo que sentís de que sea tu hija.

Por siempre, tu bichito de luz.
Salú la Barra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ella – Mi bebé

Dueña de una belleza única, un pelo largo, negro, imponente. Unos ojos achinados. Una piel mestiza. Un porte incomparable. Un aire a Pocah...